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Sexo, feminismo y libertad

#MuyColumna | El feminismo no viene a encadenarnos con nuevas reglas y estereotipos, viene a abrirnos la mente para poder descubrir nuestra sexualidad de manera personal y poder hacer lo que queramos.

Por Josefa Meeder / @josefameeder

A través de mi vida he tenido encuentros de sexo casual, algunos me han gustado (y me he repetido el plato) y otros los he terminado en un sugestivo: “te pido un Uber a tu casa?”. Digamos que estos han sido la mayoría. Algunos se han transformado en buenos amigos para bailar Bad Bunny, comerse un buen bajón y después – comer-se. Otros se transformaron en recuerdos que guardo en la parte de atrás de mi mente porque el nivel de cringe es demasiado como para tenerlo en la conciencia activa, aquí aprovecho para mandarle un saludo a ese tinderazo que intentó seguirme el ritmo de las chelitas (me tomé 6) y luego sufrió complicaciones mecánicas, amiwo, tienes que saber que a todos los hombres les pasa y que desde aquí lejos, te abrazo.

Lo que he aprendido de todos estos encuentros casuales es que no me gustan ni me interesan en lo más mínimo si es que no hay ningún tipo de relacionamiento de por medio. Ojo, no me refiero que el sexo solo queda reservado para hacerlo con tu príncipe azul (más que nada porque NO EXISTE ese hueón), sino porque creo que disfruto mucho más el sexo con alguien que es mi amigue, alguien en quien confío o alguien con quien tengo algún tipo de conexión (de nuevo, sin que necesariamente esa conexión tenga que ser romántica, don’t come @ me).

Para mí, el sexo casual ha implicado, en su mayoría, un encuentro incómodo con alguien que no conoce mi cuerpo ni las cosas que me gustan y simplemente termino pensando en qué voy a cocinar para llevar a la oficina durante la semana. Llegué a esta conclusión de que iba a priorizar calidad sobre cantidad, porque (y esto no se lo cuenten a nadie), después de mi último relacionamiento amoroso, no he vuelto a tener sexo. Han pasado ya (déjenlo piola) seis meses, lo más largo que he pasado sin tirar desde mi primera vez. Me encantaría decirles que ahora veo los colores con más nitidez y que tengo mucho tiempo para concentrarme en mis proyectos o que descubrí la fuente de la juventud, pero no, lo único que he logrado es perfeccionar el acto del orgasmo personal y quizás he tenido más tiempo para pasear mis perros y ordenar mi closet.

Durante este período de sequía, mis amigues intentaron muchas veces convencerme que simplemente encontrara un cabro buen mozo (que por aquí en las Europas sobran francamente) y que simplemente lo viera como una transacción de carne, y a pesar de que sí voy a admitir que me vi estudiando una pista de baile como si fuese una leona buscando una gacela (una gacela que mida más de 1,80 y tuviese buenos hombros), al rato ya me daba cuenta que prefería hacer bomba de humo, pasar al McDonalds y dormir en posición estrella en mi cama queen, sola. A veces, a la mañana siguiente me sentía una mala feminista. Pensaba en los años de lucha por mujeres que vinieron antes de mí para lograr la liberación sexual femenina y como yo las decepciona por no lograr disfrutar del sexo casual.

Afortunadamente, estas últimas semanas he cambiado la perspectiva de esa sensación, (quizás la falta de sexo me permite pensar con mas claridad, pero esto está solo basado en mi experiencia así que no lo usen como fuentes en sus tesis universitarias o monografías del colegio). Cambié mi perspectiva sobre mi culpa de no poder disfrutar el sexo casual porque comprendí que querer tener sexo de calidad con alguien de confianza no me transforma en una mala feminista, que el feminismo no se trata de un solo camino de empoderamiento y que ciertamente el feminismo no viene a crear nuevos estereotipos para las mujeres, viene a liberarnos de ellos. El feminismo nos permite ser mujeres multifacéticas, donde no tenemos que elegir entre ser Charlotte o ser Samantha (el que no entiende esta referencia no sabe lo que es bueno), sino que podemos ser una mezcla de personajes y aún así sentirnos buenas feministas que identifican diversas formas de empoderamiento.

Mi forma de empoderamiento es la siguiente: antes de tener que estar en una cama ajena con olores de dudosa procedencia con un hombre desconocido intentando (y fallando) encontrar mi clitoris en la penumbra después de habernos tomado 8 piscolas en un bar, prefiero comprarme un Satisfyer (si usted es mujer y no sabe lo que es esto, googlee, compre y después me envía una cartita de agradecimiento), y concentrarme en mi propio placer. Otras mujeres tendrán otras formas de empoderamiento, y esa es la belleza del feminismo, un amplio abanico de posibilidades para decidir si tener orgasmos a solas o en compañía. Si usted es el tipo de mujer que disfruta plenamente del sexo casual y tiene a los hombres de hobby como Nairobi, la felicito y solo le recomiendo que siempre haga pipisito después de hacer la maldad para evitar tener que comprar litros de jugo de cranberry en el súper. Hoy es importante recordar que el feminismo no viene a encadenarnos con nuevas reglas y estereotipos, viene a abrirnos la mente para poder descubrir nuestra sexualidad de manera personal y poder hacer lo que queramos.