Contacto

#MuyLos30: Nuestra propia ONU

Si de historias inesperadas se trata, #MuyJon se ha convertido en un experto. En esta nueva entrega, diviértete con los amores internacionales.

Por @jonreyesss

Por estos días se realizó en Nueva York una nueva Asamblea General de las Naciones Unidas, marcada por el carácter de urgencia que los líderes mundiales y la sociedad civil le dieron a la cita debido a la crisis climática que enfrentamos como humanidad. El impactante aumento del nivel del mar en un metro de aquí a unos 80 años, la extinción masiva de las especies y el efecto invernadero están haciendo estragos en nuestro ecosistema. De eso no hay duda. ¿Será que el aumento de la temperatura global también se ve reflejado en nuestros propios termómetros? ¿Tenemos nosotros también nuestras propias reuniones bilaterales? Con esto me refiero al factor de conocer a alguien de otro país y tener desde una cacha mística (cacha mística: entiéndase como todo acto sexual sin penetración, pero tan bueno que de alguna forma llegas al orgasmo, por eso es mística) hasta un affaire o fugaz romance. Pasa mucho en esta edad que producto de viajes laborales o de placer uno puede tener más encuentros con personas de otras naciones que en el mismo país donde vive.

¿Nos hemos convertido en la ONU del puterío?, ¿tanto cuesta encontrar a alguien en nuestras mismas tierras o tendemos que emigrar como algunas especies producto del cambio climático para poder estar con alguien? En lo personal (sí, mamá nuevamente, contaré con quién me he acostado), suelo tener muy buena suerte con los extranjeros. Va acá mi homenaje a los brasileros. Guapos, alegres, cacheros por excelencia y cero princesas. Básicamente no se hacen las bonitas. Los europeos que he conocido no se quedan atrás en lo cordial y ardientes, pero los argentinos que he conocido llevan la delantera. Hace unos años, un amigo me dijo: “nunca serás feliz porque te gustan los lindos”. Ahí quedé. No supe qué responderle. Con ese mismo amigo estábamos un día en la terraza del Mamboleta, en el barrio Lastarria, en una calurosa tarde de verano cuando de repente por la vereda pasa caminando un hombre con un look medio hippie y una cámara fotográfica en la mano. El intercambio de miradas fue evidente hasta para el grupo de amigas que estaba en la mesa contigua. “Si se da vuelta en cinco segundos, te paras y vas tras él”, me dijo mi amigo. “Este loco huevón”, le respondí. “Uno, dos, tres… ¡Listo!”. Era increíble, efectivamente el hombre había volteado para mirar a nuestra mesa.

Sin pensarlo dos veces me paré y fui tras él. Resultó ser argentino, vivía en Buenos Aires, tenía 25 años y era fotógrafo y artista visual. Fede tenía los ojos más lindos que había visto hasta ese momento (porque el fin de semana pasado alguien lo superó) y su altura y timidez eran la mezcla perfecta. Me contó que se estaba quedando en un hostal cerca de Plaza Italia y que en cinco días más se iba de vuelta a Argentina. Era su primera vez en el país. Le pedí su número (por esos años uno todavía hacía eso. Ahora la gente te pide el Instagram en vez del número de teléfono). Acordamos vernos en la noche, unas horas después en ese mismo lugar. A la medianoche yo figuraba afuera del Bombón Oriental. Pasaban los minutos y el argentino no llegaba. Lo llamé, pero su teléfono estaba apagado y cuando ya me estaba dando por vencido y asumiendo el plantón vi que Fede venía corriendo por la calle Merced hacia mi encuentro.

“Discúlpame… Ya estoy acá”. Fuimos al Berri y después terminamos en mi departamento. Al otro día Fede trasladaba su maleta para quedarse todo el resto de la semana conmigo. Al final lo fui a dejar al aeropuerto y con los años nos volvimos a ver un par de veces en Buenos Aires. Nunca más supe de él. En cambio, mi amigo Claudio, también de Argentina, pero radicado hace años en Chile, vive por estos días un romance de película a bordo de un crucero por el sudeste asiático. Claudio se fue de viaje con un grupo de amigos y colegas, el que incluye a una reconocida figura del espectáculo nacional. Los medios de farándula aseguran que Claudio es el misterioso joven que acompaña a la regia conductora de TV, lo que ha provocado que la pareja de ella aparezca en los programas con ataques de celos. Lo que la señora Juanita que ve esto en su casa no sabe, es que Claudio es solo un muy buen amigo de esta celebridad. En este viaje mi amigo conoció a un hombre que vive hace cinco años en Estados Unidos y que pronto (después de este idílico viaje) se viene a vivir a Chile. Claudio ha subido historias junto a este nuevo y repentino amor en Camboya, Vietnam y paradisíacas playas. ¿El destino hará su jugada acá? ¿Qué posibilidades hay de conocer a alguien que se viene a vivir a Chile en un puto crucero a miles de kilómetros de distancia?

Claudio también ha vivido su propia ONU. No es primera vez que conoce a alguien en un viaje. En su último paseo al Reino Unido (también este año) se flechó con un joven bailarín de la Ópera de Londres, pero quien no la pasó nada de bien conociendo a alguien del extranjero fue el Pato. Patito es de los pocos amigos heteros que tengo. El típico parrillero, fanático de la Universidad Católica y amigo fiel, conoció en una fiesta a una estupenda muchacha de origen latino. Patito estaba en llamas aquella noche. Me mandaba mensajes encerrado en el baño (¿quién no lo ha hecho?) sobre la belleza y simpatía de esta mujer. Después de la fiesta se fueron al departamento del Pato. Al otro día mi amigo despertó con una caña feroz sin poder casi levantarse. La mujer no estaba. Tampoco estaba su billetera, su teléfono ni su computador. “No sé que me dio que me borré, Jon”, me dijo después. ¿Moraleja? Siempre habrá conflictos bilaterales y no todo lo que brilla es oro.