Contacto

Elegir el camino a ser #MuySorora

Un concepto de boca de muchas, pero ¿practicado por todas? Hagamos esta ruta juntas, apoyadas las unas a las otras.

Por Karla Mora / @karlitamorav

La sororidad es un término que todas hemos escuchado en más de alguna ocasión. Este es utilizando hace algunos años para representar la fraternidad entre mujeres, pero tal vez, para muchas de nosotras aún es algo desconocido o que no sabemos #MuyBien cómo llevar a la práctica.

Para contextualizar, la definición de este neologismo dice que “es una relación de solidaridad entre mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”. En particular, para mí, ha sido una construcción que generó un cambio interior, que me ha permitido ser más solidaria y empática con mi género, con nuestro género.

Claramente, no existe una receta, este es un camino que debemos transitar todas a nuestro tiempo y de manera #MuyPersonal. Al menos en mi experiencia he ido dejando atrás muchos de los paradigmas con los que crecí, donde la competencia constante entre mujeres era #MuyComún y además muchas de nuestras actitudes fomentaban el machismo.

Recuerdo que en el colegio constantemente nos referíamos a algunas de nuestras compañeras como “sueltas” o “putas” por vestirse de una manera más osada o por cambiar de pololo en corto tiempo. También nos costaba reconocer lo lindo que le quedaba cierto outfit a una amiga o lo inteligente que era, porque pensábamos que al opacar a la otra podíamos brillar más. En muchas ocasiones también estuve en la vereda opuesta y sentí esa falta de solidaridad desde algunas mujeres. Creo que todas en algún momento hemos estado en ambas situaciones.

Con el tiempo, percibí que podía cambiar y que era vital dejar de ser esa mina poco solidaria con mi género. Comencé a fomentar en mí ciertas actitudes que pudieran llevarme al camino de ser #MuySorora. ¡Créanme! No es algo fácil, aún hay oportunidades en que me sorprendo siendo esa mujer que de a poquito quiero cambiar, despegarse de valores que por años fueron arraigados en nosotras es gran trabajo.

Sin embargo, hay pequeños cambios de actitudes que nos pueden aportar en este proceso… ¿Intentamos juntas?

La operación del menos y el más: Escuchémonos más y critiquemos menos. Todas tenemos una historia, todas distintas, dependiendo de las experiencias vividas… Muchas veces cometemos el error de juzgar decisiones o acciones y lanzamos frases como “yo jamás haría eso”, “qué mal te ves”, “ya estás mayor para esa ropa” y así, un sinfín de comentarios que no contribuyen en nada… Cada una es libre de hacer lo que crea conveniente. ¿Nos podemos equivocar? ¡Por supuesto! Pero en verdad chiquillas, ese consejo que no nos han pedido y sin ninguna empatía es odioso.

El ejercicio de valorar: Cuando lleguemos al carrete y veamos a la amiga hermosa, radiante y brillante, dejemos de mirarnos de pies a cabeza y de decir el típico “ay qué onda, te odio lo regia” (léase con tono claro de celos) ¿Y si mejor comenzamos a valorarnos, a decirnos cosas positivas? Como “qué linda estás”, “qué hermoso tu outfit”, “qué radiante te ves”, “qué seca eres”. Cada una de nosotras es única, no hay necesidad de apagar a otra para validarnos.

El arte del lenguaje: Las palabras marcan, podemos ser más cuidadosas al utilizarlas… Vieja, flaca, gorda, fea, apagada, tonta, suelta, etc. ¿Por qué etiquetar si no nos gusta que nos etiqueten? Adjetivos calificativos que están de sobra. Hagamos el ejercicio de ponernos en el lugar de la otra y pensar en cómo nos sentimos la última vez que alguna mujer nos puso una de esas etiquetas.

Música para el alma: Entreguemos apoyo, impulso, energía… Nunca está de más el “¡amiga, tú podí!”. Se siente genial y a todas nos hace bien. Es gratis, pero vale un montón. Ojo ahí.

La ciencia del confiar: Si alguien nos cuenta algo heavy que le pueda haber ocurrido, escuchemos, acompañemos, confiemos, pensemos en el valor que tuvo que reunir para contarnos. Si nos lo confió, no lo divulguemos, sino que guardemos el secreto que a nosotras también nos gustaría que nos guardaran.

Todas podemos comenzar a transitar este camino, fomentar nuestra empatía y nuestro amor propio, también nos ayudará a ser más sororas y además a ser cada día un mejor ser humano.

Yo, Karla, te escribo desde mi experiencia. ¿Cuál es la tuya?