Por @Josefa.Meeder
La escena es la siguiente: voy caminando de vuelta a mi casa, sola, arregladita como siempre, perfumada y maquillada, con una cara de 8 metros después de una cita exprés con un pelotudo que en un periodo de 25 minutos logró quejarse sobre cuatro temas diferentes en 6-7 ocasiones distintas.
En un día normal, de buen genio, me hubiese quedado y me hubiese esforzado por sacarle trote a la conversación, después de todo, ya estamos aquí, pero este día en particular, yo estaba pateando la perra también, así que decidí que si yo lo tengo que pasar mal, entonces vos también perrito mío.
Después de que este agradable sujeto se quejara nuevamente del “olor a comida” en el restaurante mexicano en el que nos habíamos sentado, pedí la cuenta, la pagué yo (primera señal de que no me vas a volver a ver en tu perra vida), dejando mi margarita a medio tomar y salimos por la puerta a “otro lugar” que le gustase más a mi cita.
En el camino, decidí decir lo siguiente: “mira, Fulano, voy a ser honesta contigo, me quiero ir a mi casa”. A Fulano se le cae la cara. Prosigo: “Creo que no somos compatibles y no quiero ir a tomarme algo más, muchas gracias por tomarte el tiempo de conocernos pero realmente no creo que esto vaya a funcionar”, básicamente un “muchas gracias, pero siga participando” con todas sus letras.
Es, a día de hoy, la cita más corta de mi vida. Caminé hacia mi casa por la Gran Vía de Madrid y paré a tomar algo en el bar frente a mi portal, llegué y las chiquillas de la barra ya me conocen la cara, me ponen una chelita y comenzamos el cahuín.
Con 27 años creo que esto es exactamente lo que tengo que estar haciendo. Hasta donde yo tenía entendido con Sex and The City, una sale con muchos pelotudos hasta que llega uno o una que no te hace querer tirarte de un quinto piso para abajo, no? (O hasta que encuentres la hermosa paz de la soltería como la mítica Samantha Jones), pero cada vez que entro a Instagram me veo inundada de fotos de anillos de compromiso, vestidos de novia, fotos y fotos de fiestas de matrimonios todos los fines de semana unos tras otros e incluso fotos de guaguas recién nacidas a las que la gente comenta “uy, si es igual a ti”, cuando sabemos que se parece uno de esos gatos que no tienen pelo (y no mientan, porque no soy la única que lo piensa).
En esta columna no juzgamos los procesos de otras personas, pero sé que hay muchas personas que están en la misma que yo, sintiéndose un poco fuera del juego, como cuando te quemaban a la primera jugando a las naciones y tenías que esperar que terminara todo el partido, el equivalente adulto a eso es esperar la primera ola de divorcios y – zuácate – ahora sí que sí conchetumadre.
Constantemente me recuerdo que todos tenemos tiempos y procesos diferentes y que tengo que estar agradecida de este momento de soltería y soledad que estoy viviendo, de la libertad que tengo y de las decisiones y experiencias a las que puedo optar al no tener que pensar en otra persona aparte de mí, pero creo también que es importante admitir que hay momentos difíciles (sobre todo los domingos a la hora de la siesta) y que sentir la necesidad de intimidad (emocional y sesual) es algo humano y completamente normal. Sí es cierto que una tiene que terapearse y amarse a una misma porque sino nadie podrá amarte y todas esas citas de la Doctora Polo, pero admitamos también que existe una necesidad humana de que alguien te haga cucharita en invierno.
En mi última columna quise exponer lo lindo que es estar sola, develar un poco la necesidad que tenemos todas las mujeres de poder alejarnos del ruido de las expectativas sociales para abrazar nuestros propios deseos.
Sigo creyendo fervientemente que así es, pero como buena mujer libra que soy, también quiero mostrar el otro lado de la moneda, el lado que te pesa cada vez que una cita sale mal, los pequeños celos que te dan cuando ves que a una pareja caminando por la calle de la mano, susurrándose cositas al oído y la diablita cínica que te come por dentro y dice “ay si igual van a terminar” para que no te pique tanto el mandala.
Este lado lo tenemos todxs los que llevamos tiempo solterxs y es el lado que nos hace tener miedo a abrir Instagram y ver que tu ex se va a casar con esa persona con quien “no pasaba nada” durante tu relación (cántese “El venado”) o miedo al día que abras Whatsapp y te llegue el test de embarazo positivo de alguna de tus amigas y tú tengas que celebrar porque llevan intentándolo intencionalmente seis meses ya (anulo cualquier maldición invocada por esa frase).
A veces nos castigamos por sentir estas cosas o queremos esconderlas por no querer mirar esos sentimientos y realmente sentir y entender de dónde vienen. Para mí, y estoy segura de que para muchxs otrxs también, es un miedo que proviene de la sensación de que no existe esa persona especial para nosotrxs y que tendremos que conformarnos con alguien que no nos gusta demasiado o tendremos que reservar una plaza en un asilo pet-friendly con HBO Max y barra libre desde ya.
Lo único bueno de esta situación, es que hay dos posibilidades que no son tan malas: número uno (y la más probable) es que estemos todos un poquito creisy por la situación de sentirnos en procesos diferentes a nuestros amigues y que realmente solo hay que tener paciencia y será lo que Dios quiera (excepto un embarazo, Diosito, con eso no se juega), o número dos: los asilos con barra libre y HBO Max van a estar más entretenidos que la chucha y va a ser como el MysteryLand de lxs solterxs de la mediana edad.
A lo que voy con todo esto, es que sea lo que sea que pase, las cosas saldrán más o menos bien, y que es que es normal no sentirse completamente cómodx sobre tu soledad todo el rato cada segundo del día, lxs humanxs somos seres sociales y pucha casi que a veces hace falta que alguien te haga nanai en el pelo y admitir eso está bien.
Lo único que hay que saber y recordar es que mientras tus amigxs se están casando, pariendo, amamantando, comprando anillos de compromiso o diseñando una casa familiar, lo que tú estés haciendo, no es menos valioso. Vivimos rodeados de ritos para celebrar las metas familiares y de pareja, pero creo que sería igual de importante recordarnos a nosotrxs mismxs y a nuestros amigxs que un trabajo nuevo, un viaje, una mascota nueva también son ritos dignos de celebrar con la gente que nos rodea y nos quiere.
Así que amigx, no desesperes, las opciones son; tener paciencia, seguir pasándolo bien, seguir adelante riendo para no llorar (porque así en Tinder), o nos vemos en el Geriátrico MysteryLand 2040 para pasarlo regio estupendo.