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Lo que me enseñó mi última historia de (des)amor

En esta #MuyColumna, Josefa nos confiesa “el año 2019 se encargó de enseñarme a porrazos”.

Por Josefa Meeder / @josefameeder

Acompáñenme a leer esta triste historia que me pasó a mí y que sé que les ha pasado a todxs alguna vez. 

Soy una mujer feminista independiente. Intento deconstruirme un poco todos los días, me recuerdo a mí misma que el amor romántico no lo es todo y que estar sola con tus amigues hace bien y es necesario para quererse, conocerse y entenderse.  El año 2019 se encargó de enseñarme a porrazos esto y ahora, en pleno “mes del amor”, puedo contar mi última historia de amor (desamor mejor dicho) para que puedan reírse y llorar un poco conmigo. 

El año pasado salí un tiempito con un cabro del que yo estaba enamorada hace muchísimo tiempo (¡chan! – pausa dramática). Todo empezó bien, salíamos bastante seguido, él dormía en mi casa y yo en la suya, conoció a mi mamá cuando estuvo de visita (así pos niña), yo conocí a sus amigos, él a los míos e incluso se llevaba bien con mi perrito (elemento clave). Todo parecía película indie de romance europeo.  Lamentablemente, la realidad era súper distinta, solo ahora, con un poco más de perspectiva, y sin enamoramiento en el cuerpo (porque pucha que te nubla el enamoramiento maldito) puedo ver cómo el universo conspiró para alejarme de alguien que claramente no era para mí.  

Al igual que muchas feministas, todavía me cuesta mucho dejar ir la caricatura machista de la solterona de los gatos (o en versión millennial: la loca de los perros). Todavía tengo problemas con esa expectativa de que como mujer tengo que ser “perfecta” y evitar a toda costa, ahuyentar al prospecto. Tomando un pedacito de sabiduría de la gran Natalia Valdebenito, para “mantener a un hombre”, una cree que tiene que ser Fantasilandia hecha mujer, la mujer perfecta es en-tre-te-ni-dí-si-ma, la mujer perfecta no llama (¿no llama? ¿¡CÓMO NO LLAMA!?) y por sobre todas las cosas, la mujer perfecta no dice te amo o ninguna cosa romanticona.

A raíz de este pensamiento insoportable, a través de nuestra “relación” (lo pongo entre comillas porque realmente fue más como una prueba gratis de Netflix) tomé la posición de la mina cool que nada le molesta y es súper chill (cualquiera que me conoce sabe que soy la persona menos chill del mundo). Entonces, se abría el telón y entraba Josefa ultra relajada. A medida que yo me enganchaba del hombrecito, fui perdiendo la esencia de lo que me hacía ser yo, una mujer fuerte, con opiniones determinadas, independiente, que no tiene miedo de exigir lo que se merece (para dejar claro, yo soy el tipo de persona que si me llenan las papas fritas del McDonalds a la mitad, voy y pido que las llenen bien).  

Por dentro me comía la ansiedad y mis inseguridades crecían, cada vez que me tomaba una cosita (que ya pueden asumir es bastante seguido), toda la mierda acumulada salía a flote y mi alter ego borracho (mis amigas le dicen Patricia) salía y dejaba la escoba.  Esto pasó unas tres veces antes del inminente término. Todas las veces, él me decía que lo hablaríamos sobrios y –surprise surprise – nunca lo hacíamos. Esto es una buena señal del universo que a este hombre no le interesaba en lo mas mínimo comprender mis emociones y mucho menos quería tomar en cuenta cómo yo me estaba sintiendo.  

Para mi cumpleaños nos fuimos de viaje a una casita en el campo. Aquí el universo ya se estaba poniendo impaciente y decidió joderme todo el fin de semana, basta decir con que el susodicho chocó el auto que arrendamos, nos perdimos yendo para allá (viaje de 45 minutos se transformó en uno de 3 horas) y yo me esguincé el tobillo de tal manera que aún no me recupero, todo esto en 48 horas. Durante el fin de semana siguiente, nos tomamos unas cositas y salió nuevamente Patricia, que en este punto ya podríamos decir que es una terrorista emocional. Esta vez salió a incendiar absolutamente todo (me mande un show digno de un Oscar). Le dije todo lo que sentía, que estaba enamorada de él y que estaba cansada de que ignorara mis necesidades emocionales. A la mañana siguiente me explicó que él no estaba listo para una relación seria, eso fue todo. Terminamos ese día. Sentí que me habían pegado una patada en la guata. Me empecé a hacer todas esas preguntas que una se hace, que duelen más que la chucha, que te hacen llorar en posición fetal en tu cama.

Para seguir sumándole a esta bella lección de vida, decidimos quedar “como amigos” con el personaje en cuestión (QUÉ ESTUPIDEZ MÁS GRANDE ESTA, JOSEFA. LA MISMA PALOMA MAMI DICE “YA NO TE QUIERO NI PA AMIGO”).  Salíamos como una vez cada dos semanas, a veces nos dábamos unos besitos locos y aveces no (yo todavía aferrándome a la idea de que tenía que “convencerlo” de que yo era una “buena mujer” (???)). Un día me desperté con mi sexto sentido femenino tintineando (esa sensación de “aquí hay gato encerrado” y con gato quier decir “hombrecito mentiroso que anda haciendo algo trucho”). Hice una investigación nivel PDI y descubrí a través de Instagram, que mi “amigo” ya estaba saliendo con otra mujer, una alemancita de 25 años que hasta se parecía a mí (que descaro, ¿no?). Se habían ido de viaje y parecían de lo más serio. Yo, en shock total, al día siguiente me junté con el longi y le dije que no lo quería ver nunca más y me pegué un último show, esta vez sobria y convencida de que este hombrecillo nunca se mereció una onza de mi atención.

Esta historia no es para hablar mal de este personaje (quizás solo un poquito, no soy Teresa de Calcuta), no es para culparlo por todo mi dolor, porque a pesar de que sí es responsable por algunas cosas, fui yo la que, a través de años de adoctrinamiento sobre la maldición de la mujer soltera, dejé de ser mí misma para transformarme en la “mujer perfecta” y sé que es un error que todas hemos cometido. Por eso decidí que algún día escribiría esta historia, porque sé que ese dolor del orgullo machucado, de que un hombre “no te elija”, lo hemos sentido muchas, es muy difícil de desaprender este comportamiento machista y es solo a través del auto-análisis que podemos dejar de transformarnos en “mujeres perfectas” y simplemente ser mujeres reales. 

Porque ser feminista no significa ser perfecta, no significa que no te enredas con longis y que no cometes errores. Ser feminista es mirar ese dolor, dejarlo entrar y entender de dónde viene, comprender porqué me duele tanto y reflexionar cómo puedo desaprender esa conducta para ser más independiente de las estructuras patriarcales de relacionamiento establecidas. Mi proceso de deconstrucción feminista es lo que me está sanando el corazón ahora mismo. Sin el feminismo, el apoyo de mis amigas y el determinado proceso de deconstrucción del amor romántico (y OK, algunas citas inspiracionales de Instagram), estaría con el corazón mucho más roto, estaría buscando por ahí otro loco para parchar el agujero que deja la expectativa patriarcal de que las mujeres valemos más cuando estamos en pareja.  Sé que también, sin el feminismo y la lección de sororidad que me ha dado, le habría echado toda la culpa a esa alemancita, pero hoy puedo decir con verdadera genuidad que le agradezco que haya llegado y que espero que ella tenga una mejor experiencia que yo.

A pesar del dolor de todo este enredo, resultó en una gran lección de amor propio y ya estoy aprendiendo a valorar el amor que tengo en mi vida que no es romántico, como el amor de mis amigues que me cuidan y me nutren de felicidad (y de chelitas), el amor de mi perro que sin falta me hace sonreír todos los días, el amor de mi familia que se preocupa por mí y me escribe muy seguido, el amor de y por mi trabajo que me permite ser una mujer independiente, y finalmente el amor que tengo por mí misma que espero hacer crecer ya sea sola o con alguien al lado, y si es con alguien al lado, sé que será alguien que va a mirar el fuego de mi intensidad y no pensará dos veces en quemarse en el. 

Para ustedes, la lección es que escuchen a su voz interior, todxs tenemos una Patricia dentro que quizás a veces parece una terrorista, pero en realidad, ¡lxs está salvando de algo que no es para ustedes! La lección es que nunca se achiquen, que sean gigantes, enormes, que se amen con ganas y si sienten que alguien va a salir corriendo si se muestran de verdad, o pueden ver que se intimidan por toda su grandeza, entonces amigxs: ahí no es.