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despertar feminista: esta revolución tiene fuerza de mujer

¿Has pensado cuándo y cómo llegó el feminismo a tu vida? En esta #MuyColumna, Josefa realiza su recorrido junto a nosotros y nos cuenta su experiencia en el 8M en Barcelona.

Por Josefa Meeder / @josefameeder

No recuerdo muy bien cuándo comencé a decir que yo era feminista, creo que intrínsecamente siempre lo fui pero no sabía cuál era la palabra. Cuando era más chica y alguien me trataba de puta por salir con muchos hombres o por usar cierta ropa, algo en mi interior me hacía ruido, había como un pequeño Pepe Grillo feminista (Pepa Grilla para efectos de esta columna) que me decía que yo tenía derecho a salir con quien yo quisiera y ponerme lo que yo quisiera sin que otros pudieran humillarme por eso, más ad hoc a mi mente quinceañera creo que Pepa Grilla hubiese dicho algo así como “el culo es TUYO así que tú haces lo que quieres con él”.
Recuerdo muchísimos contextos familiares y sociales de discusión frente al feminismo y sobre el radicalismo del movimiento, donde tus padres, hermanes o amigues dirían cosas como “ah, esas feminazis insoportables, son todas feas y gordas, por eso están enojadas” o “a esas feminazis solo les falta p&%co”. Durante muchísimo tiempo, al escuchar comentarios así, no dije nada, pero Pepa Grilla incendiaba todo en mi cabeza, me decía que me parara, que dijera algo, que defendiera el movimiento que con mucha garra estaba cambiando el mundo para las mujeres y que yo tenía el deber de generar pequeños cambios en las personas alrededor mío.  Hubo muchas veces que tenía miedo a llamarme feminista frente a personas nuevas, no quería que me catalogaran como “esas feminazi locas”, no quería parecer “poco femenina”, no quería asustar a alguna cita de Tinder diciéndole de entrada que era feminista y que me gusta pagar la cuenta a mí en una primera salida.
Me costó mucho tiempo entenderlo, pero ahora puedo ver que las personas que te rechazan por ser feminista, ya te rechazan por ser mujer, porque aquellos que rechazan el feminismo, lo rechazan por miedo a que los saquemos de sus posiciones de poder que les ha entregado el patriarcado.
Aquellos que rechazan o se burlan de tu feminismo, también se burlarán de ti por ser mujer, porque “peleas como mujercita” o porque “lloras como niñita”. No sé cuando le perdí el miedo a decir que era feminista, pero si sé que ha sido un proceso liberador que a pesar de que me ha hecho perder algunas amistades, sorprenderme con algunos familiares y terminar, no una, sino que varias citas de Tinder abruptamente. Poder llamarme feminista abiertamente y sin miedo me ha entregado una paz interior a mí y a mi Pepa Grilla que me permite seguir con esta lucha, avanzando en pequeños contextos como un encuentro social con alguien que no entiende lo que significa el feminismo (nunca falta el larry que dice “ni michismi ni fiminismi mimimi”) o en grandes contextos a través del activismo social, la generación de contenido feminista, la asistencia a marchas y el establecimiento de una red sorora entre mujeres del mundo.
Este domingo, 8 de marzo del 2020, fui a marchar aquí en Barcelona, me vi #MuySorprendida de ver niñas adolescentes de 14-17 años marchar con mucha garra y convicción, algunas con ropa y otras sin, algunas con sus padres e incluso abuelos y abuelas, muchas familias con niñes pequeñes. Pareciera que, aquí el feminismo no es algo de lo que la sociedad reniega ni mucho menos se burla, no es un movimiento mirado en menos y no se toleran las palabras como “feminazi”. El mismo ayuntamiento de Barcelona utiliza sus policías para cuidar y guiar la marcha, establece puntos lilas en caso de que alguna mujer o persona disidente sufra de algún tipo de violencia durante la marcha y. sobre todo, el ayuntamiento no se avergüenza de utilizar la palabra FEMINISTA, lo ponen en panfletos públicos y tienen iniciativas municipales para acabar con la violencia machista.
Yo me pregunto, ¿quién sería yo hoy si hubiese tenido el feminismo al alcance de mis manos cuando yo era adolescente, o cuando era niña?, ¿quién sería hoy si no hubiese sentido nunca vergüenza de mi sexualidad o de mi cuerpo, si nunca hubiese escuchado “a los hombres hay que hacerlos esperar o van a pensar que eres fácil”?, ¿quién sería hoy si es que desde chica me hubiesen enseñado que la de al lado no es mi competencia, sino que es mi hermana y tengo que apoyarme en ella? Quizás habría tenido la fuerza para llamarme feminista muchísimo antes, me habría ahorrado varias citas con machirulos insoportables y habría podido identificar mis amigues y familiares machistas mucho más rápido.
Espero que si esta columna la está leyendo alguien que también tiene una Pepa Grilla feminista en su cabeza, pero aún se siente con miedo de admitirse feminista, amiga, a ti te digo: no te quedes fuera, la revolución feminista es por y para ti, ese fuego que hay en tu cabeza cuando escuchas algo machista o cuando te tratan de cierta manera por ser mujer, no lo apagues, échale parafina pa’ que prenda mejor y súmate a la lucha con tus hermanas.  Todavía hay tiempo y hay espacio para absolutamente todas.
A mi generación quizás el feminismo nos llegó un poco tarde, pero miro a las niñas que crecen hoy en esta revolución hermosa de sororidad y veo un futuro con fuerza de mujer, un mundo donde las mujeres no callan, no se apartan del camino, no se rinden. Miro también a las mujeres adultas de hoy y me quedo tranquila, porque sé que el cambio ya se viene, que cada día estamos más cerca y que cada vez somos más las que no tenemos miedo de decir SOY FEMINISTA Y VENGO A CAMBIAR EL MUNDO.